La crónica de RAMBO
Muchos de nosotros somos unos incomprendidos. En ocasiones
nuestros seres más queridos nos sueltan
frases como: Un día te vas a matar… has perdido el juicio… ¿cómo podemos
madrugar tanto con el frío que hace para ir en bici?... Sólo piensas en la bici…
Papá, descansa ya de la bici y estate unos días sin salir… En fin, un mundo
incomprendido para el que no lo entiende, pero el mejor mundo para el que ama
este modo de vida.
Somos unos locos para ellos, pero entre nosotros nos
entendemos. Como siempre decía mi padre, hay más fuera que dentro.
Pues 4 locos se juntaron para esta aventura por Collserola.
Podríamos hacer un concurso para ver quién está menos cuerdo, pero creo que nos
darían el primer premio a todos.
Conseguí convencer (no me costó mucho) a Juan Carlos “Ceporrillo” para que
nos enseñara esa Collserola mágica de la que todo el mundo habla. Descensos
como “Pajaritos (zona radikal) o “Acueducto” iban a formar parte del plan de
ruta a seguir.
Por suerte para mí Rubén “Piecitos” y Karlos me acompañarían
en este viaje a lo desconocido. Así seríamos 3 componentes de la Penya Panzeta y
1 del Comando Enduro. Cada uno salió del
trabajo disparado a su casa para poder estar preparados a las 16:30. Ya que
partíamos desde Santa Coloma.
Hacía un día estupendo, mucho sol y muchas chicas guapas por
el camino. Yo era el único que no conocía ninguna de los descensos que
haríamos. Y por eso estuve viendo los vídeos de Ceporrillo para hacerme una
idea del terreno que me encontraría.
Así que me llevé protecciones para las rodillas y codos. Había
que pensar en mi integridad física sabiendo que iría detrás de Juan Carlos.
Os confieso que la noche anterior estaba acojonado. Tenía mucho
miedo. Aunque ese miedo es bueno, porque es lo que nos mantiene con vida.
Sólo pensar que me tocaría ir detrás del mismísimo Satán, me
daba mucho respeto. Pues así fue. Comenzamos en Pajaritos, y Ceporrillo comenzó
a marcar su ritmo infernal. Es increíble ver cómo va rebotando su bici pero al
mismo tiempo él la va controlando como si estuviera domesticando un pura sangre
salvaje.
Me hace mucha gracia cuando suelta su frase de “tú disfruta,
esta es para disfrutarla”, como si fuera a bajar más despacio para ver todos
los sitios complicados y entrar con mucho flow. Pero nada de eso, él sólo tiene
2 marchas. Pararse o ir “a saco”. Y así iba él todo el rato.
No cometía ningún fallo, al menos yo era incapaz de verlos.
Menudo descenso el de pajaritos radical. Bufff, era un escalón tras otro,
raíces como troncos que se cruzaban en tu camino, piedras con forma de hacha
que suspiraban por cortar mi piel. Árboles que se interponían en cualquier
trayectoria. Y en uno de esos tramos salvajes intenté hacer lo mismo que el “maestro
sensei” como le llama Gin77777, y aquí tuve el primer susto. Tres escalones
seguidos uno detrás de otro y al tercero me doy un golpe con el sillín en la
punta de mi “mástil”.
¡La madre que parió a Panete! Como dolía aquello, tuve que
tirarme al suelo y resoplar mil veces para apaciguar ese dolor infernal.
Pensaba que iba a quedarme eunuco por aquel golpe. Pero por suerte el
sufrimiento remitió y pude continuar.
Luego en algún que otro sitio cuando la cosa se ponía muy
fea pues ya intentaba parar, pero hacía el pingüino con la bici dándome golpecitos
por detrás para caerme. Pero por suerte no tuve ninguna caída.
Por detrás iban siempre Piecitos y Karlos, alternándose las posiciones.
Y por eso no sabía cómo les iba a ellos. Pero supongo que pasaron los mismos
sustos que yo. Aunque todo esto vale la pena, porque la satisfacción es enorme.
Lo que me parece increíble y me da mucha envidia sana es que
Ceporrillo hizo todo el recorrido al completo. Es decir, que no se bajó en
ningún sitio por miedo y lo mejor de todo no tuvo ninguna caída. ¡Este hombre
no es humano! ¿Dónde quedan esos trompazos de los que él hablaba? ¡Yo no los he
visto por ninguna parte!
Es una gozada ir con él. En un solo día hemos podido ver el
auténtico lado oscuro. Ese del que todos hablan, pero del que nosotros sólo
habíamos visto algunas manchitas muy pequeñas (salvo el GR5). Esta salida era como
un agujero negro que se come toda la materia. Yo creo que he hecho más zonas
complicadas en este día, que en todas las rutas de mi vida. De verdad, fue ¡acojonante!
Pero no todo serían descensos brutales, también hubo tiempo
para subir. Ya que como es habitual en sus rutas, o subes o bajas, nada de
llano. Y menudo fiera está hecho subiendo, a pesar de ir con su Spec. Enduro (no
quiso traerse la Scott para darnos más vidilla) no veas ¡cómo subía! No ponía
ningún pie, y eso que hicimos tramos técnicos, de esos estrechos, con raíces.
Me ha sorprendido gratamente.
Lo bueno de ir con él, es que te obliga a mejorar por
cojones! No te queda otra ya que no tiene piedad ninguna. La piedad es un
término que Ceporrillo desconoce, nadie ha sabido enseñarle el significado de
esa palabra. Joder macho, que hasta Rambo tendría un poco de piedad!
No sufre remordimiento alguno en hacerte ir por los sitios
más abruptos y difíciles. Aunque hay que
decir a su favor, que se ofrece siempre a repetir las cosas, te las enseña una
y otra vez, te dice los trucos, se pondrá en el sitio más complejo para recoger
tus pedazos si hace falta (jejeje).
Un ejemplo de esto me pasó en el salto más grande de “Acueducto”
ese que tiene varios troncos uno encima del otro en forma de rampa. Pues
habíamos parado un poco antes de esta zona, y él me avisó que vendría un salto
pronto. Y yo le dije que me gustaría probarlo. Aunque primero quería parar para
verlo. Pues nos montamos en las bicis y yo iba detrás de él, pasamos varias
curvas y de repente veo que su bici queda suspendida en el aire. Al ir yo tan cerca no me quedó más remedio que
continuar aquella locura, si frenaba corría el riesgo de romperme los dientes.
Pues allí me tenéis a mí en el aire, con un pie fuera del pedal (se me había
salido), el cuerpo mal posicionado y por tanto encomendándome a los dioses para
que no me rompiera ningún hueso. Al final caí primero con la rueda delantera
pero no me pasó nada.
Ceporrillo se giró y cuando me vio justo detrás suyo me dijo
“¿lo has hecho?” y yo contesté “sí, pero
no lo sabía cabrón!” y chocamos nuestras manos, a mi grito de “Diossssss”!”
Menudo subidón de adrenalina! Estos momentos son los que te hacen
olvidarte de la puta crisis y todas esas cosas malas que nos pasan en la vida.
Ese segundo en el aire es una inyección de moral que te da fuerzas para seguir
adelante.
Detrás venían Karlos y Rubén “Piecitos”, que pararon al ver
el salto. Ellos fueron más listos, porque evitaron una posible caída.
Entonces aquí decidimos que era un buen sitio para hacer
algunas tomas. Ceporrillo nos dejó alucinados con su maestría, sus saltos son pura
potencia, lo hace sobrado, para él es como caminar, un acto reflejo. Lo hizo de
varias formas, más rápido, más lento, con movimiento en el aire.
Nosotros nos conformábamos con saltar y punto, las
virguerías son para tipos duros como los del “Comando Enduro”. Karlos y Rubén
también saltaron luego, y eso está grabado, disfrutaron como enanos. Yo repetí
el salto, pero esta vez siendo consciente de lo que hacía. Y también pude tener
otra toma distinta.
En la bici es muy importante la confianza, por eso más
adelante cuando me encontré con otro salto de troncos (en acueducto) lo hice
sin dudar ni un segundo. Y menuda
satisfacción que te da saber que haces algo “difícil” (para nosotros) y lo
haces bien y con confianza.
Por detrás Rubén y Karlos también hicieron ese salto. Aquello
era “bambi” comparado con el primero (yo creo que era la mitad de alto). Sólo
con esto nos bastaba para irnos a dormir con la satisfacción de conseguir un
objetivo.
Más adelante hubo un tramo complicado, en el que paramos
para echarle un vistazo. Aquello tenía mala pinta, porque era un terreno
completamente formado por piedras. Una zona estrecha con un escalón inicial que
te hacía descontrolar, y luego tenías que hilar muy fino para pasar por lo
siguiente, una zona muy estrecha con paredes a los lados.
Ceporrillo se lanzó sin pensarlo, no veas qué bien lo hizo.
La bici se deslizaba por donde él quería, teniendo el control absoluto en todo
momento. Y yo pensé que tenía que probarlo.
Primero lo hizo Rubén, pero se le salió el pie después del
primer escalón y así ya era imposible continuar y tuvo que parar.
Karlos al ver lo que le pasó a Rubén ya no quiso intentarlo.
Y por eso era mi turno. Subí arriba para tener tiempo de encalar los 2 pies. No
sin antes hacer una petición al Dios Crom , le supliqué que me ayudara ya que
iba a presenciar un acto de valentía ( y de locura al mismo tiempo). Después de
suplicar la ayuda divina me lancé en busca de la gloria y fui pasando por todas
las dificultades una tras otra, notaba como la bici intentaba irse de un lado
al otro, pero agarré fuerte el manillar y jugando con el peso de mi cuerpo pude
hacer aquella zona al completo. Al llegar a bajo grité “gracias Crom!”. Menuda
alegría me dio. Y después de ver el vídeo de Karlos me he partido de risa
escuchando a Ceporrillo “despacico Carlos, despacico Carlos, contrólala un poco
más de atrás.”
Hubo otra zona que sólo hizo Ceporrillo, yo la había visto
en un vídeo y la verdad que viéndolo allí era mucho más complicado de lo que parecía.
Tenías que pasar un escalón enorme con raíz incluída en lo más alto. Este
escalón había que saltarlo porque era demasiado grande, pero la recepción era
pequeñísima, además tenías no más de 20cm de espacio donde caer con las ruedas,
porque si lo hacías fuera de esa zona caías a un surco enorme y tenías el revolcón
asegurado. El saltó, se quedó parado y entro en un giro a la izquierda que te
hace deslizar hacia una bajada con paredes a los lados muy estrecha, donde lo
más seguro es que toques con los pedales. Bufff, qué pasada! Aquello fue espectacular,
os aseguro que no está al alcance de muchos. Hay que estar allí para verlo, en
un vídeo no se aprecia la auténtica dificultad de la zona, era acojonante!
Tuvimos tiempo de comer alguna barrita, de refrescarnos la
cabeza en una fuente, arreglar un pinchazo, hacer tomas en otro salto. En fin
que la salida fue completísima y cojonuda. Por eso se nos echó el tiempo encima
y de pronto ya eran las 21:00 de la noche. Así que nos dimos prisa en hacer la
última subida (al final Ceporrillo será un Rallymen) y fuimos a lo más alto de
la montaña para hacer el último descenso. Él siempre comenta que si después de un
ascenso hay un regalo no le importa subir lo que sea.
Y aquel regalo comenzaba con un auténtico barranco, aquí ya
era de noche, no había luz prácticamente. Por eso la dificultad era extrema.
Cómo podíamos hacer un descenso salvaje sin apenas luz! Aquí que me di cuenta
que ya pertenecíamos al club de los chalados! Éramos los miembros honoríficos!
Primero se tiró Ceporrillo y luego Rubén, yo detrás y por
último Karlos. Este inicio tiene una pendiente brutal, y está lleno de piedras
y tierra suelta. Yo iba con los 2 frenos apretados al máximo y la bici seguía
bajando sin parar. Iba de un lado a otro derrapando pero al mismo tiempo
controlando (si se puede utilizar este término) la bici como podía. El ruido de
las cubiertas rozando el terreno era brutal. De repente me encuentro a Rubén
estampado contra unos matorrales y casi no tenía sitio para girar , pero al
final pude hacerlo. Seguí bajando y luego el terreno era muy estrecho con
barranco a la derecha. Era un sube y baja que te ponía los huevos en la
garganta, porque no podías ver lo que había en el suelo y algún que otro susto
me di.
Yo le pregunté a Ceporrillo si quería violarnos, porque
menuda emboscada fue aquella! Ha sido una experiencia inolvidable.
Total, que al final llegamos sobre las 22:00 a casa. Todo
sudados, llenos de tierra, sedientos, hambrientos, cansados, pero con ganas de
repetir lo antes posible!
Lástima que no pudiéramos parar a tomar algunas rondas, yo
tenía que quedarme con mi hija, lo siento Juan Carlos, la próxima nos quedamos
sea la hora que sea eh!???
Pues esta es la historia o parte de ella, ya que fueron muchas anécdotas, todas buenas. Me llevo un
saco de emociones y sensaciones que guardaré para el recuerdo. Si algún día
sufro una lesión, abriré ese saco para iluminar mi rostro y reponer fuerzas.
Gracias Ceporrillo, Gracias Rubén, Gracias Karlos por
hacerme pasar un día inolvidable!
FOTOS
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Err vidrio
Rambo: La emboscada de Ceporrillo
Los valientes
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